Áreas de trabajo en la Asociación
Pobreza crónica
La disminución de la pobreza en la Argentina, luego de la crisis, ha sido un fenómeno social muy relevante, sostenido en base a otras variables que mostraron similar comportamiento, como la baja del desempleo y el aumento de los salarios reales. Pero la sociedad argentina en su conjunto debe aún enfrentar un importante desafío: el número de ciudadanos que ha permanecido en la indigencia y pobreza vulnerable a pesar de la mejora de la situación económica, y que demuestran tener graves dificultades para su plena inclusión social. Es lo que se ha dado en llamar pobreza crónica o persistente.
Se trata de una cuestión extremadamente compleja desde el punto de vista analítico y de las políticas públicas, que exige mucha reflexión para apoyar una acción en varios frentes, entre los que figura como prioridad el problema de la desigualdad.
Las poblaciones que se han mantenido en una situación de pobreza e indigencia por largo tiempo, sufren situaciones de carencias múltiples que se agravan y retroalimentan con el paso del tiempo, dificultan cada vez más sus posibilidades de movilidad social, y se reproducen entre generaciones. Por ello, el problema de la pobreza persistente exige una mirada y una acción sistémica centrada en el grupo familiar y relacionado con el trayecto de vida, y las razones de la vulnerabilidad y las posibilidades de inserción estable en el mercado de trabajo. En el caso de la pobreza crónica, se requiere la aplicación de medidas económicas que apunten a las razones estructurales por las que los pobres crónicos sólo trabajan en condiciones de muy baja productividad.
Por lo tanto, creemos que es necesario abordar esta temática ya que la permanencia de la inequidad es, entre otras causas, un resultado del silencio estructural. Es por ello que se necesita tomar este tema como una de las cuestiones centrales a analizar, tanto en sus evidencias cuanto en las causas y consecuencias.
Finalmente, debemos mencionar que el problema de la pobreza persistente, representa un especial desafío para el Estado. Resulta menos complicado aplicar las recetas tradicionales de distribución y acceso, que desarrollar el complejo y minucioso trabajo de combinar acciones de política económica y social, en múltiples áreas, y con la perspectiva integradora del trayecto de vida.
La necesidad de medir las diversas dimensiones del problema: la dimensión personal -subjetividades- y la social durante un lapso de tiempo que lo haga relevante, el desafío de la interacción entre áreas, el monitoreo y la evaluación, y la reforma institucional que -desde una perspectiva de derechos- haga sustentables las decisiones, son fuertes requerimientos sobre el aparato público.